Soy un ingenuo. Pensaba que a
estas alturas nadie que defienda la igualdad de derechos de hombres y
mujeres se iba a oponer a que padres y madres se hagan cargo de la
custodia de sus hijos e hijas. En pleno estudio de una propuesta
legislativa sobre el asunto, irrumpe Emakunde en el debate para advertir
que "la custodia compartida puede ser negativa para los menores".
Es curioso, porque leo los argumentos que expuso la directora
de Emakunde el siete de octubre en el X Foro para la Igualdad de Mujeres
y hombres y resulta que estoy plenamente de acuerdo con los objetivos
que persigue pero extraigo unas conclusiones diametralmente opuestas
sobre su posición respecto a la custodia compartida.
Sostiene Izaskun Landaida que "más que un cambio legislativo
profundo lo que se necesita es un cambio social a favor de la
corresponsabilidad y la igualdad". No me parece que una cosa excluya la
otra. Si la excusa para no cambiar la ley es que la realidad social
sigue siendo la desigualdad, no se justifica ni la ley que crea Emakunde
ni la propia Ley de Igualdad. Oponerse a un cambio legislativo bajo el
supuesto de que aún la sociedad no ha avanzado lo suficiente y aguardar a
que ese cambio se produzca para actualizar la ley es un dislate. Sin ir
más lejos, la percepción social sobre el aborto cambió cuando se
reformó la ley. No al revés. ¡Y qué decir, por ejemplo, de las leyes que
han ido aboliendo la discriminación racial!
Hablemos, ahí estamos de acuerdo, de los menores. Dice
Emakunde que "esa custodia compartida como opción preferente puede ser
negativa para ellos". ¿Acaso no lo puede ser, y lo es, la custodia
monoparental preferente que rige ahora? Tratando de matizar, Landaida
añade que "no existe un modelo de custodia ideal" y remata que "para que
la custodia compartida sea adecuada es necesaria la corresponsabilidad
previa y pactada a futuro". Es decir, defiende el derecho de veto de uno
de los progenitores cuando sólo admite esta forma de custodia en el
caso de pacto previo.
Emakunde ha terminado de enseñar que defiende los intereses del feminismo por encima de la igualdad
¿Pero qué está pasando en los juzgados? ¿Qué fórmula está
defendiendo de hecho Emakunde? Aquella que de manera abrumadoramente
mayoritaria (casi en una proporción de 10 a 1) concede de manera
automática la custodia de los menores a la madre y obliga al padre,
aunque haya sido corresponsable previamente del cuidado y educación de
sus hijos e hijas, a pleitear mientras se mantiene la situación injusta
de partida. Pleitear por una custodia supone para esos menores a una
presión que, esa sí, es negativa para ellos. Deben ser sometidos a
exámenes de psicólogos y salvo en edades muy tempranas son conscientes
de que constituyen "un problema" añadido al estrés por la separación de
las personas que les han dado hasta la fecha su cariño de forma
conjunta.
Pero ese recorrido judicial lo despacha Emakunde diciendo que
"en la práctica la custodia compartida ya se está asignando por parte de
jueces y juezas aun en los casos de no acuerdo cuando se considera que
es la mejor opción". Una media verdad es peor que una mentira, porque
esconde la realidad. Ya que tanta atención presta a las estadísticas,
emplazo a que haga públicas las que sostienen esa afirmación. Según los
datos, en Euskadi se conceden un 11,7% de custodias compartidas ¿cuántas
corresponden al supuesto al que se refiere Emakunde y que le sirve para
defender su oposición al cambio de la ley?
Más. ¡Claro que debe analizarse caso por caso! Y Emakunde sabe
que la propuesta de ley que se estudia lo contempla. Sin embargo, se
apunta a la ficción sensacionalista: "la custodia compartida preferente
no aporta suficientes garantías para los casos en el que se pueda estar
viviendo un episodio de violencia de género". No hay nada que avale esta
irresponsable advertencia que busca crear una innecesaria alarma
social. Aquí no se da puntada sin hilo.
Frente a ese 11,7%, y como prueba irrefutable de que los
hombres (los padres, matizo) no merecen más igualdad en este campo,
Emakunde destaca que "se están concediendo custodias compartidas en una
proporción similar e incluso superior a la de la implicación previa de
los hombres en el cuidado" porque "sólo son el 7% entre quienes reducen
la jornada para el cuidado de hijos e hijas y un 5% quienes se acogen a
la excedencia para el cuidado de menores". De verdad, me produce sonrojo
que una institución maneje la estadística con esa frivolidad. Más o
menos es el mismo disparate que deducir que las mujeres (así, en
general) son más vagas que los hombres porque la tasa de población
activa es del 64,1 % en ellos y del 50,8% en ellas (Eustat).
En el fondo, lo que se deduce de esta actitud beligerante es
que Emakunde ha terminado de enseñar lo que ya venía asomando hace
tiempo: que defiende los intereses del feminismo (no tanto el de las
mujeres) por encima del de la igualdad. Incluso, en contra de la
igualdad si es necesario. Y si va a seguir así, debería buscar otras
fuentes de financiación distintas a las públicas para continuar por esa
vía. No con mis impuestos.
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